Para poder observar el arco iris se necesitan dos
elementos esenciales: gotas de lluvia y simultáneamente rayos solares.
Por eso, todos hemos podido verlo en el cielo en días de lluvia cuando
aparece el Sol, pero por la misma razón podríamos observarlos si rayos
solares atravesaran el agua de una cascada, o incluso una zona de
niebla.
Fue René Descartes en 1637 el primero en dar una explicación científica del fenómeno.
Se basa en los fenómenos de refracción y reflexión que experimenta un rayo de luz cuando pasa de un medio a otro. La refracción consiste en un cambio de dirección del rayo de luz al pasar de un medio
a otro.
Vemos el arco iris porque las innumerables gotas de agua actúan como
diminutos prismas y espejos. Cuando un rayo de luz entra en cada gota,
se refracta y se descompone en todos los colores del espectro; luego se
refleja en la superficie posterior de la gota y llega hasta nuestros
ojos. Como la luz de cada color se refracta según un ángulo ligeramente
distinto, vemos bandas bien definidas, desde el violeta al rojo, pasando
por el verde y el amarillo. La luz nos llega siguiendo los ángulos de
refracción desde innumerables gotas esparcidas por el cielo, y vemos el
arco iris como una curva continua.
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